Ayúdame a lograr mi sueño de educación superior

Mi nombre es Ana y soy de El Salvador, un pequeño y hermoso país en el corazón de Centroamérica.

Desde que terminé el bachillerato me he sumergido en el mundo laboral, decidida a forjar mi camino con determinación y esfuerzo. Comencé como asistente de biblioteca en la escuela donde crecí, donde aprendí la importancia del trabajo duro y la dedicación, aunque el modesto salario apenas cubría mis necesidades básicas, necesitaba adquirir experiencia laboral.

Después de un año, decidí ser tutor a domicilio. Durante siete emocionantes y gratificantes años, ayudé a niños y adolescentes a mejorar sus calificaciones y tareas. Si bien cada sesión de enseñanza nutría mi alma, porque además de haber sido una excelente estudiante en el colegio, también me encanta enseñar, la inestabilidad financiera era un desafío debido a la dificultad para conseguir clientes y las bajas tarifas que podía cobrar en mi pueblo. A veces incluso hacía sesiones gratuitas (y todavía lo hago de vez en cuando) justo después de las vacaciones cuando sabía que alguien las necesitaba.

En el 2019 entré a trabajar como asistente en una clínica dental, donde el odontólogo me permitió aprender y crecer. Sin embargo, las puertas se cerraron debido a la pandemia, dejándome desempleado y frente a un futuro incierto.

Decidí retomar las clases particulares, esta vez online, mientras buscaba oportunidades laborales. Fue entonces cuando encontré un trabajo remoto en atención al cliente para una cadena hotelera, a través de un call center en mi país. Durante año y medio me sumergí en el mundo de la atención al cliente, trabajando seis días a la semana, 44 horas a la semana.

Sin embargo, la vida tenía otros planes. Un día, durante un chequeo de rutina con mi médico, recibí el impactante diagnóstico de diabetes, enfermedad que ya se había cobrado vidas en mi familia. El miedo y la incertidumbre se apoderaron de mí, mientras luchaba por asimilar mi nueva realidad y cuidar mi salud física y mental.

Necesitaba tiempo para mí, para respirar y aceptar este nuevo desafío, por eso pedí unas merecidas vacaciones. Sin embargo, mis intentos fueron en vano ya que la empresa no pudo otorgármelos. Con el corazón en la manga, me vi obligado a renunciar a un trabajo que había significado estabilidad y seguridad.

Mi supervisor elogió mi desempeño y me dejó abierto a la posibilidad de regresar en seis meses. Tres meses después recibí una llamada ofreciéndome nuevamente mi puesto, pero esta vez no era remoto, lo que implicaba pasar al menos 4 horas diarias en transporte público, un desafío para mi salud y mis objetivos personales.

Desde entonces, he luchado por encontrar un empleo remoto mientras trabajaba como autónomo para cubrir mis gastos médicos y de manutención. Mi deseo de continuar mi educación nunca se desvaneció, y cuando descubrí una carrera en línea en traducción e interpretación en una universidad de Guatemala, supe que era mi oportunidad. Hice el examen de ingreso y obtuve más del 90 por ciento.

Era septiembre y el año escolar en esta escuela comienza en febrero, entonces en ese momento pensé que para febrero tendría un trabajo estable y podría pagar los gastos. Pero no fue así. Todavía no lo entiendo.

Para cubrir la matrícula anual y el primer mes, pude hacer un préstamo a un familiar. Pero necesito pagar esos $270 y cubrir el resto del año lo antes posible. Cada pago mensual debe realizarse al menos el día 10 de cada mes para ser elegible para recibir clases y evaluaciones.

La inscripción anual cuesta $90 más 10 pagos mensuales de $180, de febrero a noviembre. Actualmente esto representa un desafío financiero para mí, pero estoy seguro que dentro del año podré estabilizarme nuevamente y de ahí en adelante afrontar los próximos 3 años de mi carrera, cuya duración total es de 4 años.

Mi objetivo es contribuir a la sociedad con mi educación y habilidades y construir un futuro mejor para mí y mi comunidad. Cada contribución, por pequeña que sea, marcará la diferencia en mi camino hacia el éxito.